El chicle
El chicle, en sus diferentes formas, existe desde la antigüedad. Ya en la Grecia antigua se masticaba la savia del lentisco, llamada “mastiche”. Los antiguos Mayas consumían una savia llamada “tsiclte”. En la época de la colonización se heredó el hábito de los americanos nativos de Nueva Inglaterra, que mascaban savia de abeto. Hoy en día, la base para producir este producto es una mezcla de materiales sintéticos: elastómeros, resinas y ceras.
Según expertos en Odontología, masticar chicle puede tener importantes beneficios para la salud oral, siempre y cuando se trate de productos sin azúcar. La acción de masticar un chicle genera la producción de saliva, que tiene propiedades antivirales y antibacterianas. Esta saliva ayuda a subir el pH oral, lo que neutraliza los ácidos de la placa y dificulta la desmineralización dental. En particular, los chicles con xilitol pueden ser especialmente eficaces para prevenir la caries.
El chicle estimula las glándulas salivales para producir más saliva, lo que mejora la descomposición de los alimentos y limpia la boca. Al masticar un chicle, la tasa de saliva en la boca es diez veces superior a la normal. Por lo tanto, se puede aliviar temporalmente la sequedad bucal y también puede ayudar a combatir la halitosis (mal aliento), así como reforzar la musculatura mandibular. Hay que recordar que la saliva es rica en calcio y flúor.
Otra de las consideraciones a tener en cuenta es que masticar chicle puede ayudarnos a controlar la presión del oído cuando volamos o subimos a cierta altura, al relajar la articulación temporomandibular (la conexión entre el hueso temporal y la mandíbula).
Pero, aunque la goma de mascar tiene algunos beneficios para la salud bucodental, también puede tener ciertos inconvenientes. Los chicles azucarados, por ejemplo, “dan vida” a las bacterias orales y provocan caries.
El consumo de chicle debe evitarse en personas que llevan aparatos de ortodoncia (ya que puede despegar los brackets), también en caso de padecer bruxismo y en aquellas personas que padecen problemas en su articulación temporomandibular. Tampoco son aconsejables tras la realización de determinados tratamientos dentales, como empastes o cementado de prótesis fija, aconsejándose dejar transcurrir 24 horas para consumirlos.
No se recomienda masticar chicle más de 20-30 minutos al día, ni superar los 60 gramos de xilitol en adultos. Y es que masticar este producto en exceso puede provocar irritación digestiva e incluso diarreas, así como desgaste dentario y sobrecarga en la articulación temporomandibular.
En conclusión, en su justa medida, el consumo de chicle no debería suponer ningún problema. Sí puede serlo si se consume en exceso o si te encuentras en una situación especial, como tener una infección o llevar ortodoncia. También hay que tener en cuenta que, aunque la goma de mascar no sustituye al cepillado ni al uso de seda dental, su consumo es un complemento útil a la rutina de cuidado bucal.
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