Los dentistas y el VIH

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay 38 millones de personas con sida en el mundo. Más de la mitad de las personas positivas desarrollan síntomas en la cavidad bucal. 

Estos síntomas se generan por el debilitamiento del sistema inmunológico. El dentista se convierte en uno de los primeros profesionales sanitarios que puede detectar la enfermedad. La patología bucal más frecuente es la candidiasis, provocada por el hongo Cándida y cuyos signos pueden encontrarse en el paladar y dorso de la lengua. Las llamadas ulceraciones aftosas recurrentes también suelen ser comunes en personas inmunodeprimidas. Se trata de erosiones o úlceras superficiales, dolorosas y que pueden durar más de ocho o diez días. 

En las encías, el dentista puede detectar eritema lineal gingival, que se caracteriza por una franja de color rojo intenso a lo largo de la encía, así como periodontitis necrotizante, una infección que se caracteriza porque el tejido gingival, el ligamento periodontal o el hueso alveolar presentan necrosis.

Otra de las afecciones es el Sarcoma de Kaposi, que se inicia como una mancha o placa sin relieve que se localiza, de forma habitual, en el paladar y la encía. La lesión pasa a convertirse en una masa tumoral de crecimiento rápido.

El reconocimiento temprano, el diagnóstico y el tratamiento de las lesiones orales asociadas a la infección por VIH puede reducir la morbilidad. Y el dentista puede ser determinante en la lucha contra las infecciones antes y durante la enfermedad, realizando los controles y las limpiezas bucales necesarias, además de dar las pautas de higiene bucodental que deben seguir. 

Las consultas dentales están preparadas para tratar pacientes con cualquier enfermedad infectocontagiosa. La atención a personas que sufren este tipo de patologías sigue un riguroso y estricto protocolo de actuación en gabinete y, por lo tanto, los Centro Odontológicos son espacios seguros y saludables tanto para los pacientes como para los profesionales.