La saliva 

Es un líquido transparente formado mayoritariamente por agua y en un 1% por otros componentes orgánicos e inorgánicos. 

Diariamente producimos entre 500 y 700 ml de saliva, es decir, unos 230 litros al año. Las glándulas salivales segregan esta sustancia para proteger mecánica y químicamente a la cavidad oral de muchas infecciones. Además, ayuda a elaborar el bolo digestivo, permitiendo que los alimentos pasen de la boca al estómago sin dañar el esófago y creando una segregación viscosa que inicia el proceso de digestión. 

La saliva también es importante para la fonación y el habla al lubricar todas las mucosas, el esófago y la laringe. Sin ella, los sonidos que emitimos no serían los mismos. Ahora se está estudiando de qué manera ayuda a la percepción de los sabores y olores. Se ha comprobado cómo su composición varía de una persona a otra y está muy relacionada con las preferencias alimentarias. 

A nivel oral, la saliva es imprescindible para una adecuada salud bucodental. Tiene una función inmunológica, antiinflamatoria, cicatrizante y antiinfecciosa. Asimismo, regula el pH oral, haciendo que los ácidos que se producen sean neutralizados y el esmalte quede protegido de una posible desmineralización. Uno de los mayores factores de riesgo, tanto de caries como de enfermedad periodontal, es precisamente la disminución de la producción de saliva (xerostomía). 

Durante la noche, se reduce esa producción debido a la menor utilización de la boca, por lo que su capacidad protectora se ve también disminuida. Este hecho convierte la higiene oral nocturna en un aspecto fundamental para todas las personas. 

Por otro lado, hay que reseñar que la saliva es una alternativa para el diagnóstico de algunas enfermedades y también un elemento que permite monitorizar la evolución de determinadas patologías o valorar la dosificación de medicamentos. Si se analiza la composición de la saliva en un determinado momento y se perciben cambios sustanciales, puede ser una señal de alerta ante esas posibles patologías. Un análisis bacteriano de su composición puede ayudar a diagnosticar diabetes, enfermedades periodontales o VIH. En un futuro cercano será posible detectar con la saliva el cáncer oral y algunas afecciones genéticas. También es un indicador ante una posible deshidratación. Su producción depende, en gran medida, del agua que consumimos. Una boca seca nos estará señalando que no hemos tomado suficiente líquido y que, por tanto, corremos riesgo de deshidratación.